DESTREZA 2 DE LA UNIDAD 2 PARA 2BGU

DESTREZA 2: CONOCER EL PRINCIPIO ÉTICO DE JESÚS DE NAZARET.

FASE 1: INTRODUCCIÓN
MOTIVACIÓN:  Sinónimos de principio: ley, norma, etc.
EXPLORACIÓN: principios éticos: Filosófico: Conócete a tí mismo, Religioso: Ama a tu projimo.

FASE 2: FUNDAMENTACIÓN
Una de las características determinantes de la personalidad de Jesús de Nazaret es su poder de convocatoria. Los relatos del evangelio reflejan repetidamente cómo la gente acudía en masa cada vez que Jesús se hacía presente en alguno de los pueblos y aldeas de Galilea. Cómo en alguna ocasión era tal la cantidad de gente que lo rodeaba que su propia familia no pudo abrirse paso para acercarse a él. Otras veces, cuando quiso retirarse del bullicio de la multitud, y pidió a Pedro que lo llevase en la barca a un lugar más solitario, la multitud los siguió por tierra desde la costa del lago para reencontrarlo cuando desembarcase.
El origen de este poder de convocatoria, de este atractivo que la personalidad de Jesús despertaba en la población de Galilea partía de que, cómo decían los que le escuchaban, "enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Mt 7,28), que se limitaban a repetir las lecciones y textos memorizados. Esta originalidad personal de Jesús, al presentar su visión de Dios y de la religión, consistía en que no proponía un catálogo de obligaciones y prohibiciones. Jesús fue un fiel cumplidor de la ley. Así mismo fue un lector crítico de la ley. Crítico en el sentido de que puso de manifiesto los absurdos a que se podía llegar haciendo de la ley un lectura meramente literal, sin penetrar en el sentido subyacente a sus enunciados. La frase de Jesús es significativa: "El sábado se ha hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado".
El mensaje que Jesús transmitía era una proclamación de valores superiores inspiradores de la vida del hombre en su camino hacia Dios. Las parábolas, mediante las cuales pretendió explicar en forma popular su personal concepción de la vida humana, no contienen obligaciones ni prohibiciones, sino planteamientos globales sobre el sentido y la razón de ser de la vida. El tesoro oculto con mayor valor que cualquier otra cosa, la semilla (palabra de Dios al hombre) que se pierde o fructifica, el samaritano que interrumpe su viaje para atender a un herido son formas globales de explicar por qué y para qué vivimos. Esta forma de expresarse fue la que a unos los entusiasmaba y a otros les causaba desconcierto. Desconcierto que les llevó a pensar que Jesús era un personaje peligroso porque ponía en cuestión la doctrina dominante de los teólogos de la época (los escribas), incluso las estructuras de la organización religiosa del Templo de Jerusalén.
Haciendo una síntesis de los valores que Jesús personalmente apreció, y pretendió transmitir a sus seguidores, pudiéramos subrayar tres fundamentales: la pobreza, la verdad, la misericordia.
Jesús fue amante de la pobreza, no de la miseria. En una sociedad dominada por poderosos terratenientes, por funcionarios del imperio o de los reyes subordinados al imperio, por la clase sacerdotal de los saduceos, que cobraban exacciones a las clases inferiores de campesinos y artesanos, Jesús se situó en este último grupo. Sea su propia familia, sean las personas que incorporó a su grupo, pertenecían a este sector social de menor renta. Fue crítico respecto del comportamiento de la clase dominante de la época. No se puede servir a Dios y al dinero afirmó en cierta ocasión, otra vez dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico se incorpore al proyecto del Reino de los Cielos, contrapuso la figura del rico que daba lujosos banquetes al pobre que no tenía donde caerse muerto.
El segundo valor de Jesús fue la verdad. La obsesión de Jesús por la verdad le llevó a distanciarse del grupo de los fariseos. Estos conservadores religiosos habían reducido las relaciones del hombre con Dios a ritos y normativas legales rigurosas. Les dijo claramente que lo que mancha al hombre no es comer carne de cerdo, de vacuno o de pollo. Eso para Dios es insignificante. Lo que mancha al hombre son las intenciones que alberga en su corazón.
Finalmente, la misericordia. El evangelio de Mateo resume en dos dimensiones la actividad de Jesús adulto. "Recorría Galilea proclamando el evangelio y sanando toda enfermedad, toda dolencia del pueblo" (Mt 4,23). Después de la muerte y resurrección de Jesús, Pedro sintetizó su vida diciendo "pasó por el mundo haciendo el bien" (Hech 10,38). Todos los milagros de Jesús que relata el evangelio tienen una raíz de humanismo y de compasión. Enfermos desasistidos, viudas que pierden al hijo único, leprosos excluidos de los núcleos urbanos, mendigos al borde del camino, niños pequeños. Se negó rotundamente a ejercer su poder taumaturgo en beneficio propio, ni para despertar la espectacularidad tirándose desde la explanada del Templo al barranco del arroyo Cedrón.
Este fue Jesús de Nazaret. Solamente a través de El podemos llegar a hacernos idea de cómo es Dios. A Dios no lo ha visto nadie --nos dice el evangelio de Juan -- solamente sabemos de Dios lo que Jesús nos ha contado (Jn 1,19).

FASE 3: INTERIORIZACIÓN: IMÁGEN DE JESÚS DE NAZARET

FASE 4: EVALAUCIÓN JESUS Y LA LEY:
Mt 5, 27-57
No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas. No vine para abolir, sino para cumplir
En las lecturas litúrgicas de este domingo se nos llama a cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios, que nos son propuestos para que los cumplamos haciendo buen uso de nuestra libertad, como aconseja el Eclesiástico en 15, 15-20. Libertad a la que Jesús hace referencia cuando nos recuerda en el evangelio aquello de “Habéis oído que se dijo… pero yo os digo...” (Mt 5, 27-28).
Late una dramaturgia coral en esta sinfonía ritual. Me recuerda al compositor Christopher Williams Gluck que en sus obras nos hace ver aspectos nuevos. Por ejemplo en la ópera Orfeo y Eurídice -primera obra de reforma- donde la protagonista canta el aria “Come nave in mezzo all’onde”: Soy cual nave que agitada, / con escollos en mitad de las olas / se confunde y, asustada, / va surcando el alto mar. / Pero al ver la amada orilla, / deja las olas y al peligroso viento / y va al puerto a descansar. Un puerto cuyo faro de amor es guía de marineros, que les salva de hundirse, amenazados por la fuerza de la inmutables Leyes de la Naturaleza.
Existe en la vida la Ley, que nos obliga al cumplimiento de Mandamientos. Y existe la libertad de sobrepasarlos, lo que sería ir más allá de ellos. A esto lo llamaríamos La Ley del Amor, principal ley del Universo porque de ella se derivan todas las demás leyes positivas, que nos ayudan a evolucionar y desarrollarnos. Los Mandamientos son estáticos, el Amor es dinámico.
Querer aplicar la Ley hasta sus últimas consecuencias es caer en el absurdo. Como le ocurrió a Felipe II cuando sometió a una comisión de teólogos la siguiente cuestión: ¿Se puede hacer un trasvase de agua del Tajo al Manzanares? Y los teólogos le dijeron que no; si Dios ha dispuesto que esos ríos vayan en esa dirección, sería impío querer enmendarle la plana a Dios y cambiar el curso de los ríos.
En el AT la Ley está por encima del Amor, aunque no faltan testimonios de lo contrario. Oseas nos presenta en el capítulo 2 de su Libro, el amor como símbolo conyugal. Y Ezequiel nos cuenta en el 16 una historia de amor con Jerusalén, cananea de cuna y de casta. Aristócrata o plebeya no le importa.
La Biblia nos muestra imágenes de Ley como Camino y Luz. No como la consideraron letrados y rabinos, que la absolutizaron y dejaron estratificada en el calor del corazón humano, prisionera de legales grilletes que hielan y esclavizan. “Los que no piensan terminan siendo esclavos de los otros”, dice la filósofa política alemana, rebelde contestataria del nazismo, Hannah Arendt.
El NT, que no olvida la Ley, es un canto al amor sobrepasándola con creces en sus diversas manifestaciones. Un amor, el de Jesús, que según san Pablo supera todo conocimiento (Ef 3, 19). Y conyugal en sí y como símbolo, con la pecadora pública que le baña los pies, los besa y los unge en casa de un escandalizado fariseo (Lc 7, 36-37).
“Don Quijote soy”, confiesa el ilustre Caballero de la Mancha, “y mi profesión la de andante caballería”, volcándose luego en la nobilísima tarea de socorrer al prójimo, que es la mejor manera de demostrar que se le ama: “Son mis leyes el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal”.
El amor desborda toda Ley divina y humana. Los místicos de siempre -y en este caso del medieval Ibn Arabi-, como significó en este Poema.

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